Cuando la tempestad asoma se inunda nuestra esperanza. El agua cala en nosotros y nos llena, nos engrandece a presión aun no lo deseemos. Siempre me ha gustado pensar que así es cómo sucede cuando algo anda mal, cuando creemos que las salidas se disipan en frente de nosotros, pues cuando ese agua se filtra nos aumenta el corazón. Un sensible y gran corazón que está al borde de estallar si tan solo llueve unas gotas más. Pero esa fragilidad también nos permite sentir, darnos cuenta de detalles que habíamos pasado por alto, y encontrar en medio de nuestras nubes un haz de luz que era invisible en los días más calmados. Por ello, para todas mis queridas luces que han iluminado mi tez, las que siguen y las que se fueron, a todos vosotros quiero dedicaros esta recopilación de mis textos y poemas; los tristes y los felices, las dos caras de mi misma moneda.
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